lunes, 14 de junio de 2010

8-Marco, el fuego blanco y un paisaje para mi
Al ver su reacción la abrí y iré si solo era un apunte sin valor o alguna caricatura de algun profesor. Al desplegar el papel vi que ponia:

"Blanca quiero hablar contigo.

Te espero a la salida del instituto.En el jardín de la 1º planta,

Anonimo"
No entendí nada y a la vez algo dentro de mi dió un saltito de alegría por la sorprendente noticia. Las horas siguientes pasaron rápidas y la hora de la salida llegó. Recogí todos mis libros y bajé al jardín de la primera planta.En mi cabeza comenzaron a surgir ideas absurdas: que si le gustaba, que si me iba a amenazar, que si tal, que si cual,... Me relajé leyendo mi libro de Madame Bovary. Pero en ese momento apareció él con su mochila al hombro y sujetando su chaqueta en la otra mano. Se paró delante mia y dijo:

-Veo que leístes mi nota.

-Sí,¿que querías?

-Disculparme Por el atropello del primer día.

-¿Que atropello?

Noe ntendía nada y bajé la mirada, intentando encontrar una respuesta en la tierra del jardín. Miré mis zapatos y miré los suyos. ¡Eran del chico que me empujó el primer día por el pasillo! Ahora entendía todo.

-Perdona. Ademas no me he presentado.¿Que tal si te parece que empecemos desde cero?

-Esa me parece una buena idea.

-Hola, me llamó Marco Benerotti.Pero me puedes llamar Marco.

-Vale,Marco.

-¿Y tú eres?

-!Ups ¡, cierto. Hola me llamó Blanca Marín.Pero creo que ya sabes mi nombre desde la clase,¿no?

-Ya pero recuerda que empezamos de nuevo.

-Ok

-Encantada Blanca.

-La verdad entes quería matarte cuando me tirastes aquel día. Pero hoy me has pillado con las defensas bajas.

-Vaya,jaja. Pues menos mal.

-Sí que sino,ya estarias desangrandote por el suelo.

Al decir aquello se le quedó una cara de espanto, como si hubiese visto un fantasma.

-!Hey¡, que tampoco lo digo, realmente, en serio.

Tras disculparnos mutuamente, nos sentamos en el banco de piedra y hablamos de nuestras monótonas vidas. Ahora que aquella figura tenía rostro y cuerpo podía admirar ,claramente, su encanto. Aquellos ojos azules me perdian. Su pelo moreno creaba bucles aplastados que sobresalian de su masa negra, de pelo corto. Mientras iba admirando cada detalle de su rostro me noté extraña.Como si una nueva yo aparecise y desapareciese la antigua. Notaba como si tuviese una piel invisible y cambiase ante mis sentidos. Su respiración estaba tan cerca de la mia que podía diferenciar el leve aroma mentolado de su boca. Despertó de mi absurda ensoñación. Entonces sentí que me tenía que ir antes de que perdiese la cabeza.

-Marco, se esta haciendo muy tarde y me tengo que ir ya.

-Es cierto, yo también tendría que irme ya. Bueno, Blanca hasta mañana entonces.

-Hasta mañana Marco.

Salimos cada uno por un lado y atravesé el bosque para llegar más rápido a casa.Sabiendo que en cualquier momento aparecería William con sus argumentos.Pero¿ y si William tenía razón?, ¿Y si yo fuese una αθάνατος y tuviese poderes?

A cada pregunta que cuestionaba, una nueva luz aparecía. No me daba cuenta de que una nueva rafaga surgía bajo mis pies. Y un intenso calor, a la vez que frío, surgía en la punta de mis dedos. Sentí como un torrente de frenesí y orgullo corría por todo mi cuerpo, casí sustituyendolo por mi sangre. Me miré las manos ,que para mi sorpresa ardian. Pero no con la tipica llama anaranjada sino que era una llama de color blanco y reluciente. Me quedé pasmada al ver aquello. Y supe que William tenía razón, por lo menos en lo de mis poderes. Agité la mano, como si me estuviese quitando algo de ella. Corrí por el bosque, que cada vez me era más misterioso. Me resultaba increible que el resto de los habitantes no supiera lo que aquel bosque escondía, ni sobre sus secretos. Decidí ir dirtectamente, ahcia mi refugio, no sin antes avisar a mi tia Silvia, de que llegaría un poco tarde.Cuando llegué, tire mi mochila al cesped y me tumbe en aquel inmenso manto verde. Miré el cielo, lleno de girones blanquecinos y grisaceos. Una bandada de golondrinas sobrevolaba llendo de un lado para otro. El sol estaba apunto de ocultarse, no sin antes dar sus últimos rayos y cambiar de color el horizonte. Cuando el sol estaba a punto de desaparecer, se transformó en un naranjado encendido y tiñó los cielos de colores rosaceos y anaranjados. Era la escena más bella que había visto nunca. Tras la salida triunfal del sol, una corte de estrellas aparecieron en el cielo aún zulado. Todo aquello era tán tranquilo unido al relajante murmullo del agua y el bello cantar de los saltamontes. Pero toda aquella tranquilidad se fue al trasté cuando una gran oscuridad inundó el bosque y mi refugio.

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